jueves, 23 de octubre de 2008

Existen en los libros

Los cambios comenzaron cuando la conoció. No podía explicar muy bien en qué consistían, pero sabía que ya no era el mismo, no se sentía igual que antes, no pensaba igual, no disfrutaba igual, no veía igual… Era como si hubiesen puesto una media a su alrededor que no le dejaba ver con claridad lo que ocurría realmente, como estar en una burbuja translúcida.

Tampoco es que ella o el encuentro le hubiesen dado la vuelta a su vida, no hubiesen significado nada sin la relación espacio-temporal con aquello que le estaba sucediendo, pero le parecía significativo que todo comenzase a raíz del beso de despedida, como un maleficio del que fuese imposible escapar, como si esa chica le hubiese hechizado de alguna manera.

La transformación física, si es que no aceptamos la transformación de los sentidos como tal, se dirigía a que pasase desapercibido, su cuerpo se desdibujaba lentamente y probaba a hacerse fotos en las que sólo se adivinaba un espectro, una mancha humana no muy bien delimitada.

No supo hasta mucho tiempo después, cuando ya apenas se vislumbraba su silueta, que los personajes de los libros no resisten fuera de su espacio natural, y que adentrarse en la vida real los dota de inexistencia.

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