jueves, 16 de octubre de 2008

Conciencia

No me di cuenta de que te habías ido hasta un tiempo después, cuando el regreso ya era casi imposible y la costumbre de no oirte se había apoderado de mí. No te eché de menos, no como debería haberlo hecho, al fin y al cabo toda una vida juntos es demasiado tiempo y pensé que nunca me abandonarías, tú no eres de las que abandona, pero ya te digo, una mañana no oí tu voz, no sentí tu presencia, y resulta que ya no estabas ahí, que te habías ido sin avisar.


Creo que ya sé lo que pasó, y te pido perdón por adelantado, sé que debería haberte hecho caso, sé que debería haber prestado más atención a tus palabras, pero el instinto, ya sabes, eso que nos domina por momentos y nos nubla el juicio, pues eso fue todo, no busques más explicaciones porque no las hay. Y me avisaste, lo sé, soy consciente de ello, y quizá pienses que había otra opción, pero no, tú que me conoces bien deberías saberlo, son ya demasiados años juntos como para que siguieses engañándote conmigo, no había posibilidades, conmigo no.

Aún resuenan en mi cabeza tus últimas palabras, las que en ese preciso instante no escuché, las que me decían que aquello no estaba bien, que si seguía por ahí nunca habría vuelta atrás, pero fue superior a mí, aquello que me invadió en ese momento, ese impulso, eso que es más fuerte que yo y que clavó el cuchillo en carne humana, caliente y sangrienta, eso que hizo que huyeses, eso que soy, eso que ya no volverá a tenerte.

No hay comentarios: