lunes, 20 de octubre de 2008

Anhelo de libertad

Cada día que pasa me acerco más a ti. Lo noto en el olor, que se va haciendo más perceptible, e incluso, a veces, inunda la estancia hasta marearme.

También lo noto en el estómago, las mariposas revolotean sin que haya nadie que les dé caza y las pinche y las exponga, como trofeos de muerte.

Lo noto en mis ojos, ya desgarrado el telón que yo misma había instalado a fuerza de costumbres.

El corazón también me lo dice, tranquilo y sereno conforme pasan las horas, sabiendo que el camino que recorro para encontrarme contigo es digno de ser vivido como si no hubiese un mañana. Porque, ahora mismo, no hay un mañana entre tú y yo, la línea aún es fina, la cuerda que nos une puede no estar preparada para tanto peso.

Los lamentos han cesado, quizá por el olor, las mariposas, la visión y la relajación. Quizá porque el eco ya no funciona.

Mi sangre te espera, roja y veloz, espesa y caliente, encendida por la emoción de encontrarte.

Te voy haciendo un hueco en mí, para que tengas sitio donde instalarte. Quiero ser buena anfitriona para que no tengas que huir, para, llegado el momento, encender el fuego y ser tu hogar.

Y mientras espero yo sigo con lo mío, sigo entrenándome para que, en tu llegada, me encuentres preparada, lista, poder reconocerte sin asomo de dudas y reclamarte, poder susurrar que ya te tengo, y siempre, compartirte, porque si fueses para mí sola, ¡qué aburrimiento!, ¿no crees?.

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