lunes, 24 de noviembre de 2008

Evaluación profesional

El anuncio decía: “Se necesitan peones para fábrica, llamar al 666666666 “. La llamada era obligada, pero cuando terminó de marcar, la voz del otro lado le sorprendió: “Los que estéis dispuestos a morir, llamad al número 666666669. Los que estéis dispuestos a matar, llamad al número 666666665”.

Entendió que morir era más fácil y eligió matar, aunque tampoco estaba demasiado seguro de ser capaz, pero ahora mismo un trabajo era un trabajo.

Le mandaron una carta con la lista de las personas a las que tenía que eliminar. Sólo había tres nombres, tres personas desconocidas necesarias para conseguir su objetivo. Las dos primeras fueron presas fáciles, gente de costumbres arraigadas. La última, aquella mujer de largas piernas, fue un poco más complicada. No tenía hábitos constantes, y tuvo que recurrir a la improvisación por mucho que la odiase. Un día, de vuelta a casa, allí estaba él, esperándola, y cuando sacó el arma en el ascensor, ella sólo dijo: “Así que elegiste matar”.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Cita fantástica

Entro en el bar y me siento en la segunda mesa a la derecha. Tú estás allí. Te das la vuelta y me reconoces, te saludo y te acercas. "Hola, ¿qué tal?". "Bien, ¿y tú?". "Bien, como siempre". Sigue la conversación y mi amiga no llega. Muchas sonrisas. De repente, un mensaje: "No puedo ir, me ha surgido un imprevisto, lo siento". Levanto la vista y te invito a sentarte. "Mi amiga no va a venir". Hablamos de muchas cosas y descubrimos afinidades secretas. Más sonrisas y miradas, incluso alguna carcajada.

Te invito al café. "¿Tienes algo que hacer?". "No, iba a tirarme en el sofá". "¿Te vienes a cenar conmigo?". "Vale, ¿a dónde me vas a llevar?". "Conozco un tailandés". "Me encanta el picante".

La cena es divertida. Yo escojo el vino, tú la comida. Los colores suben y el picante hace de las suyas. El ambiente se caldea y las insinuaciones hacen acto de presencia. El juego comienza.

"¿Vamos a tomar una copa?". "Conozco un sitio genial". Y allá vamos, sin dejar de reír, las inhibiciones desapareciendo. En el pub ponen una lenta, y entre risa y sonrisa: "Baila conmigo". "Yo no bailo agarrada". "Eso es porque nunca lo has hecho". Mientras me rodea con sus brazos y me mira a los ojos, un beso furtivo se desliza. Ya no me siento una idiota entre sus brazos, pero la canción llega a su fin. Siguen la risa, la sonrisa y las miradas.

"¿Vamos a dar un paseo?". "Vamos". Después de un buen trecho, en una calle desierta, al doblar una esquina, te paras, me agarras del brazo, me atraes hacia ti, y me besas. Y yo también te beso. Te apoyo contra la pared y te acorralo. Mi marido comienza a roncar y, como todas las noches, el sueño se desvanece.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Final de película

Me besas. Me resulta más frío de lo que esperaba en una despedida, pero pienso que no hay nada escrito sobre las despedidas, y continúo con mis labios en tus labios, como si mi cabeza no funcionase.

¿Tendría que llorar? No quiero hacerlo mal, me gustaría transmitirte lo mucho que voy a echarte de menos, pero demasiada emotividad no es convincente.

No quiero decirte palabras ya usadas que me sonarán falsas, y la escena me parecerá una película, y no le daré importancia porque estaré esperando un anhelado "corten" que lo convierta todo en falso.

Pero no puedo contarte eso, no lo entenderías, y me mirarías de forma extraña, y el único recuerdo que tendrías de este momento sería lo que tú llamas "tus ideas raras".

Así que, me limitaré a seguir las normas ya establecidas, y diremos lo que otros ya han dicho, y sonará a falso, pero es lo que único que sabemos decir, nunca nos enseñaron a hacerlo de otra manera.

Cuando cuente hasta tres te despertarás y acabará el beso, y no recordarás nada de todo esto: uno, dos, tres...."acción".

jueves, 13 de noviembre de 2008

Cosas que llevan a otras

Se me revolvieron las tripas en cuanto lo vi. Ya no pude mirarlo más, claro, porque cada vez que, simplemente, recordaba la escena, algo subía por mis adentros. Tenía pinta de arcada.

No entendía por qué Adolfo los había invitado a cenar. Pensé que, como otras veces, le había entrado la vena solidaria y que tendría que tragarme el asco y el desprecio para después escupirlo cuando estuviese a solas. Pero no fue exactamente así.

La cena no estuvo mal del todo, mi marido no se esforzó en absoluto por disimular su asco y desprecio (que él también tiene mucho de eso), y, aunque me pareció que era de mal gusto, yo me relajé y me dejé llevar

Y terminó, con esas dos personas dudando de la buena obra que estábamos llevando a cabo, y con nosotros sin disimular en ningún momento que éramos superiores. Y como una cosa llevó a la otra, mi marido, sin mediar palabra, se levantó, cogió el atizador de la chimenea y se lo clavó en la cabeza al que estaba a su derecha. Yo me reí, porque la escena había sido cómica de verdad, la cara del aquel hombre cuando se había dado cuenta de lo que iba a pasar fue tronchante.

El otro escapó, pero mi marido lo enganchó en las escaleras por el ojo, bueno, más bien, por el hueco del ojo.

Se me revolvieron las tripas en cuanto lo vi. Ya no pude mirarlo más, claro, porque cada vez que, simplemente, recordaba la escena, algo subía por mis adentro. Tenía pinta de arcada.

martes, 11 de noviembre de 2008

Glock

Arrancamos. Llevo preparado el pasamontañas y la pistola: una Glock. Glock, me encanta la palabra. Pienso en cómo suena una bala cuando entra, glock. La cabeza al golpear el suelo, glock. Una gota de sangre que rebota, glock.

Preciosa, es preciosa. Me gusta tenerla en la mano, pero cuando la toco mil tambores vibran en mi cabeza resonando como una alarma repetitiva. Glock, a lo mejor es el vacío, la nada, como un espacio sin espacio en donde no existe el eco, glock. Eso tendría más sentido.

Me encuentro mal; tengo arcadas que intento disimular como puedo. Manuel sonríe y me dice: "Ya verás, chaval, esto está chupado". Intento no dudar.

Para la furgoneta, me bajo el pasamontañas y guardo la pistola, glock. Salto al suelo y se me cae. No he debido poner el seguro porque cuando la recojo se dispara y mata a Manuel. Los guardias nos oyen y sacan sus armas, y yo caigo al suelo, glock. Y los tambores cesan, glock. Sólo oigo glock glock glock glock .....

viernes, 7 de noviembre de 2008

Besos

Puede que se encuentren volando, el que va hacia ti y el que viene hacia mí. ¿Se reconocerán? No creo, o puede que lleven el nombre escrito y al cruzarse a gran velocidad sólo puedan echar una mirada hacia atrás, como quien no reconoce a un amigo. Pero espero, sinceramente espero, que algún día no sean capaces de volar con la rapidez que les caracteriza, que se vean llegar de lejos, que se reconozcan, y que se unan para que su destino sea cumplido. Y ahora, te mando uno de regalo: beso.