Siempre fue demasiado delicado. No había lugar para la pasión desaforada, los juegos indecentes, para la transgresión y la violencia. Sí había besos delicados, caricias delicadas, un tempo delicado, y el "te quiero" formal después de la consumación del amor.
Cansada de la delicadeza, le ofreció un gran regalo para una mente perversa: "hoy soy tuya, haré lo que tú quieras, te obedeceré en todo". "¡Qué bien!, ponte encima y trabaja tú, yo estoy cansado".
martes, 2 de diciembre de 2008
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