domingo, 14 de septiembre de 2008

El cascabel

Tintineaba, como un gato que avisa de su llegada, anunciando su presencia con pasos de cascabel. La tobillera tenía la culpa, pero le gustaba que los demás supiesen.

Llegó un día en que se rompió, y los abalorios que la decoraban salían a cada paso, disparados hacia el recuerdo, escondiéndose en los más remotos rincones de las habitaciones.

Comenzó a encontrar pequeñas bolitas por la cama, pero no le dio importancia. Pensó que serían de una de tantas pulseras que llevaba su marido. Después fue la lavadora, la alfombra, y, por último, la cocina. Un día recordó y le preguntó si tenía alguna rota, pero la que contestó fue Marina, la chica que hacía las labores del hogar en su lugar, y que, al parecer, también la sustituía en otras cosas.

No dijo nada, pero al día siguiente fue a comprarle una nueva tobillera a Marina, con cascabeles también, y le pidió que se quitase la otra, que no merecía la pena llevar cosas rotas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajjajajaajaja...Esto me suena Maya.
Maria