jueves, 28 de enero de 2010

Plan imperfecto

La agarró fuerte, forzando la posición, y consiguió atarla a la cama mientras ella se resistía y cuando la tuvo a su merced le pegó, fuerte, en la cara, en el cuerpo, con la mano abierta, no quería dejarle demasiadas marcas.


Ya la había encontrado desnuda, así que todo fue mucho más fácil. Con el primer mordisco ella intentó gritar, pero la mordaza se lo impedía. A él le puso más cachondo y los mordiscos, sin llegar a hacerle sangre, le dejaban cada vez marcas más profundas en las que se adivinaba una dentadura imperfecta.

Ella ahogaba los gritos, arqueaba el cuerpo, se resistía, haciendo que la cuerda que la mantenía presa apretara cada vez más su cuerpo. Era una intrincada disposición de nudos que recorrían su piel y la inmovilizaban por completo.

Abrió el paquete de cigarrillos que había en la mesilla y cogió uno, lo encendió dando una bocanada que le llenó los pulmones de un humo delicioso. Cuando la brasa estaba aún incandescente la posó en un pecho desnudo y el olor a carne quemada inundó la habitación poco a poco, mientras el cuerpo de ella se llenaba de topos rojos y desagradables.

Gracias a la atadura que había practicado tantas veces pudo darle la vuelta sin más problemas, y una vez boca abajo se ensañó en las nalgas con los dientes, haciendo que ella dejase escapar lágrimas de aceptada sumisión.

Tiró de una cuerda y ella no tuvo más remedio que subir la grupa de forma que él tuvo un acceso privilegiado a su ano, por donde introdujo toda una serie de objetos que fue encontrando por la habitación.

Cuando se disponía a penetrarla doblemente llamaron a la puerta, y con una rapidez insospechada él desató un nudo y se desataron todos, se puso una camiseta y un pantalón corto, y fue a abrir la puerta.

- Hola, los niños ya han merendado en el Burguer King, pero no tenían ganas de ver la película, así que los he tenido que traer. ¿Ha llegado Marga del trabajo?

- Sí, está en la habitación, ahora sale.

Y Marga, con una bata de seda que dejaba poco que ver, salió de la habitación con el rimel corrido y una sonrisa en los labios, y los niños corrieron hacia ella gritando “mamá”.

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