martes, 5 de mayo de 2009

Para siempre, jamás

La frente apoyada contra la ventana, los ojos enrojecidos, el Dr. Simon mira el sol que se levanta sobre la ciudad. No puede dormir, no puede llorar, no puede olvidar, es imposible que su vida vuelva a ser como antes. No después de saber que Ella ya no volverá. Porque aunque siempre hay una posibilidad de retorno, sabe que esta vez no será así.

Se sienta en el sillón que hay frente a la ventana y siente que, como su vida, él tampoco será el mismo nunca más. Sin Ella nada será igual. Vendrá el caos, la confusión, el miedo…Todo lo que pensaba que había sido desterrado de su interior volverá, se instalará en él y no desaparecerá jamás.

¿Por qué tuvo que decírselo? Podía simplemente haberse marchado, pero tuvo que decirle que se iba con otra persona, “alguien que me hará feliz”, eso dijo. ¿Quién le iba a hacer más feliz que él? La adoraba, la idolatraba, su vida le pertenecía … Cómo podía pensar que otra persona la iba a hacer más feliz si su felicidad era la prioridad de su vida. Seguía sin entenderlo y ya habían pasado varias horas desde que se lo había dicho. Sabía que por mucho tiempo que pasase nunca lo entendería.

Nunca había sufrido el sentimiento de pérdida. Nadie le había abandonado. A ratos piensa que no debería estar comportándose así, que es una persona adulta, autosuficiente, respetada, que estas cosas se deben llevar con más entereza, que no debería haber llorado, que no debería estar compadeciéndose de sí mismo, que estas cosas no le pasan a las personas como él. Pero otros momentos se enciende y se enfada, y sus venas se hinchan, y su corazón se dispara, y se le nubla la vista y todo se oscurece ante su furia.

El Dr. Simon se levanta y hace una llamada. No tarda mucho, se vuelve a sentar, el sol ya calienta y se encuentra a gusto mirando por la ventana. Como si fuese una televisión grande que le mostrase lo que fue, lo que debería haber sido, lo que tuvo y ahora no tiene. Él había pensado que sería para siempre. “Para siempre”, qué fácilmente nos engañamos. La vida que habían compartido había tenido de todo, pero él, en su ignorancia, creía en el “para siempre” que había surgido en su cabeza. ¿Qué había hecho mal?, ésa era la pregunta que retumbaba en su interior una y otra vez. A lo mejor la había querido demasiado, a lo mejor se había confiado tanto de su amor que no había visto que Ella necesitaba más, que Ella quería más. Ahora ya es tarde, Ella se ha ido y el vacío que siente dentro de él no se llenará fácilmente. Pensar que Ella ha estado en los brazos de otro le come por dentro. Así que desecha esa idea, no quiere pensar en eso. No puede pensar en eso.

Llaman a la puerta. El Dr. Simon se levanta y abre. Entran personas que gritan, que le dicen que se tumbe, que ponga las manos en la cabeza, que no se mueva…..Están todos nerviosos. Muy nerviosos. El Dr. Simon se tumba en el suelo y pone las manos como le dicen, alguien se pone encima de él, lo cachea y le esposa las manos a la espalda. Después lo levantan entre dos. Dos personas vuelven de la habitación, la cara triste y desencajada, el ánimo hastiado. Está muerta, dice uno. Estrangulada. El Dr. Simon pensaba que no podría volver a llorar. Se equivocaba.

2 comentarios:

hécuba dijo...

Lo que me gusta de como escribes aparte del estilo y de los temas, Cruella, es que normalmente tus finales son inesperados, hay un elemento sorpresa y a mí me gusta que me sorprendan.

Un saludo :)

Cruella dijo...

Gracias, Hécuba, me alegra que te gusten mis relatos.

Un saludo.