jueves, 14 de mayo de 2009

Cadena perpetua

Cada noche la condena eterna, la tortura infinita. Las pesadillas son recurrentes, y ya apenas duerme, pero no hay escapatoria, él lo sabía inevitable, por eso su último deseo: "quiero que sueñes conmigo".

27 comentarios:

Viktor dijo...

Bufff, te lo has cargado. No lo puedes contar a posteriori, hay que incidir en la brutalidad del momento en el que, expirando, le impone la condena. Este tono pobremente denotativo se lleva por delante toda la enjundia del asunto, me parece.

Besos.

Alicia dijo...

A mí me ha quedado mucho más largo:
'Seis años encerrada, siempre con él. Una vez vencida la pobre resistencia, atendió todos sus deseos sin protestar, experta ya en castigos: “quiero las tostadas exactamente de este color” “quiero que te desnudes para mí”. Se hizo tan sumisa que abandonó los planes de huida, incluso cuando él la enseñó los restos de sus predecesoras. El equipo de rescate tuvo que emplearse a fondo para separarles. Siguieron años de terapias, pesadillas, incertidumbres, imposible el olvido. Él fue condenado a muerte y su ejecución televisada. En su último deseo, mirándola sólo a ella, dijo “Quiero que sueñes conmigo”. Accedió, por supuesto.'

Besos,
Alicia

PS. Perpetua sin tilde, por favor. Gracias ;-)

Viktor dijo...

Nada, tampoco vale. Ese tono de informe policial o médico. Es un tema que hay que tratar con mucho más intensidad, como un cuento de horror que se escribe horrorizado. Un poco Valdemar, con las palabras "brotando directamente de la lengua": la condena no tiene lugar en ese instante, lo que tiene lugar en ese instante es el fin de la esperanza. La vida de sacrificios (es importante que el protagonista sea mujer, y de cierta edad, porque, sociológicamente, ese grado de entrega es, creo, sólo posible en ese segmento de la población) parecía apuntar hacia un final, o al menos a un cierto descanso. Muchas noches sin dormir que acabarían convirtiéndose ya por fin en una noche de sueño reparador, a la vuelta del entierro, cuando ya no hubiera que volver a velar su sueño o hacerle las curas o aguantar el olor de enfermo. Pero, entonces, la convicción repentina e irremediable de que ese descanso es imposible, de que en ese sueño se colará él para siempre. De que, en definitiva, sus sueños de jovencita se han cumplido: un amor eterno, un amor más allá de la muerte.

El tema no es de microrrelato, es para un relato más largo, y muy brutal, lleno de los detalles escabrosos de la enfermedad, contado en primera persona o, al menos, si es en tercera, relatando todos los procesos mentales de la protagonista, sus sentimientos más íntimos e inconfesables. Y esa ambigüedad terrible de querer a alguien y no querer que se muera pero al mismo tiempo estar agotada y sentir que necesitas que se muera para poder al menos vivir un poquito, los añitos que puedas. Y esa ambigüedad que incluso se prolonga al final, cuando la maldición también se comprende como un vínculo, cuando uno sabe que en el fondo desea y no desea a partes iguales el soñar con el muerto. Esa fortísima ambigüedad de las relaciones de larga duración, ese reparto entre el apego y el hastío.

Él ha de ser enorme, un puro arquetipo de la masculinidad más tradicional (hablamos de gente cincuentona o sesentona). Esas manos y espalda enormes la subyugaron a ella en su juventud, pero ahora lo masivo de su cuerpo complica aún más los procedimientos de limpieza y cuidado necesarios. Esa presencia abusiva de su cuerpo ella la siente como un obstáculo, como algo que le tapa la luz o la salida. Cuando se presente en el sueño (no hace falta ni que llegue a dormirse, ya se sabe condenada de por vida), cegará también las tímidas ventanas del sueño.

Y así estarán, sí, definitivamente juntos. Más allá del tiempo. En el infierno del Amor Eterno.

Besos.

Viktor dijo...

La cosa terminaría más o menos así: "...justo al final, la atrajo hacia sí con una fuerza inconcebible. Parecía súbitamente consciente, alerta: un rictus de angustia, pero una mirada de decisión inquebrantable. Murmuró algo, incomprensible. Ella se acercó más, intentando con ese gesto que la garra en su hombro aflojase un poco su presión. Pegó el oído a la boca, fétida. Él repitió la frase. Parecía venir directamente de la lengua, como una modalidad más del olor. El pecho no se movió, ni la garganta. Ella pareció entonces entenderle, pero acaso no quiso hacerlo, al darse cuenta de lo que le decía. Él lo intentó una vez más, la última, y su voz emergió estentórea, perfectamente audible, junto con su último aliento, su expiración: "Quiero que sueñes conmigo". Y ella supo entonces hasta qué punto se habían cumplido sus deseos de jovencita, hasta qué punto los dioses la habían castigado de ese modo, hasta qué punto estaba condenada de por vida a habitar el infierno del Amor Eterno."

Cruella dijo...

He intentado escribir la parte que faltaba para completar con tu final, que es bestial, pero ahora mismo soy incapaz, se me escapan las palabras. A ver si mañana me sale algo.

Besos a los dos.

Viktor dijo...

La parte que falta debe ser extensa. Primero, muy descriptiva, incluso rutinaria, contando las diferentes tareas a las que se ve obligada por la enfermedad del marido. Luego, poco a poco, se pueden ir introduciendo las sensaciones de la mujer, su evocación del tiempo de la juventud, la emoción que le causaba su marido cuando eran jóvenes, lo cachonda que le ponía, aunque no pudiera decírselo, lo ilusionada el día de su boda... para ir entonces ennegreciendo el tono y mostrando el agotamiento de la mujer, lo harta que está de la situación y lo culpable que se siente por desear la muerte de su marido (aunque, ya hemos dicho, es ambiguo, no quisiera que muriera, pero, puesto que es irremediable, que pase ya de una vez). Lo que peor lleva son las noches. Sueña con poder dormir una tranquilamente, y se da cuenta, como en un fogonazo, que eso sólo le pasará cuando él esté ya enterrado, cuando esté él durmiendo "el sueño de los justos". Se imagina que le darán un somnífero los familiares y será un sueño muy largo, muy negro, y luego ya, lentamente, irá rehaciendo su vida. Su meta entonces se identifica con ese sueño reparador, y soporta bien la actitud cada vez más negativa y tiránica del marido, lo desagradable de la situación, los olores, las secreciones, limpiarlo continuamente, sus quejas, su chantaje emocional... y durante la agonía, ella no sufre, sólo espera, espera tranquila, contando las horas que le separan de ese sueño, imaginando las etapas: amortajarlo, el velatorio, los primos del pueblo, el entierro y entonces por fin la cama de su casa, no la butaca del hospital, y ella sola, en el sueño, empezando a librarse de él, a acostumbrarse a ser ella misma, a poder hacer las cosas por su cuenta. Hasta que ocurre lo que relata el final, y entonces ella, como allí se dice, se da cuenta de lo peligroso que es desear, cuando uno es joven, y tiene la cabeza llena de pájaros, que el amor sea tan fuerte que no pueda con él ni siquiera la muerte.

Una bonita historia, que habría que escribir y convertirla en lectura obligatoria para esas personas demasiado proclives a creer en hadas, hombres-de-la-vida-de-una, amores eternos y otros seres del Averno.

Besos.

Alicia dijo...

Pues a mí se me ha ocurrido escribir el medio (no demasiado largo) antes de leer el último comentario, así que, aunque se ajusta a tu primera sinopsis (ese comentario largo, largo) y no a la última, lo pongo de todos modos (que ya que he hecho el esfuerzo...)

'Apenas soportaba ya dormir con él, pero nunca se lo diría, ni cambiaría la cama de matrimonio que les había acogido treinta años por dos camas. Se despertaba continuamente quejándose de dolor, pidiendo agua, otra pastilla; ella ni siquiera intentaba dormir. El día era aún peor, curar sus heridas la provocaba accesos de náuseas que había que esconder a toda costa, para que no se disgustara, pobrecito. No consentía que nadie, salvo ella, le tocara “a la enfermera no puedo chillarle”. Y así lo hacía, un día y otro, no podía soportarlo pero seguía fiel al juramento de amor eterno que había hecho en una playa. Miraba la fotografía de los dos entonces, el cuerpo de él, corpulento, musculoso, su hombre perfecto. Y ahora sólo podía sentir asco y cansancio, le dolían todos los huesos de tanto cuidarle, de cambiar las sábanas manchadas de ese líquido putrefacto que salía de su cuerpo.'

Anyway, V., no seas vago y empieza lo que ya has terminado ;-)

Y me quedo con la idea de que un mismo título de canción da, como no podía ser menos, para muchas ideas diferentes.

Besos

Viktor dijo...

No hace falta que lo escriba, el relato ya existe en su sinopsis, lo que ahora queda es simplemente coser la herida, lo puede hacer el residente, el cirujano ya ha hecho su tarea.

En todo caso, tu estilo sigue siendo anodinamente descriptivo. Deberías quitarte esa propensión a redactar informes. Métele un poco de sentimiento y no seas tan doctoral, anda.

Hay que ser mucho más brutal. Y la tercera persona es compatible con la transcripción directa en plan "palabra interior" joyceana de los pensamientos de ella. Y él tiene que hablar, tiene que hablar todo el rato, muerto de miedo por morirse, pero sin poder reconocerlo (él se viste por los pies, ya se sabe), y pagando ese miedo con su mujer, con la que, como el de la canción, nunca fue tierno.

No sé, ya digo, para mí el relato ya está hecho. No merece la pena darle más vueltas. Es como aquello de Lem con "Vacío perfecto" o Borges con "El acercamiento a Almotasim", no merece la pena escribir el libro, basta con el comentario.

Besos.

Viktor dijo...

Ah, no te olvides del factor religioso. De su educación de la infancia a ella le ha quedado sólo (pero fortísima) la noción de pecado y la culpabilidad. El consuelo ante el sufrimiento o la creencia en la vida eterna son demasiado débiles. Se castiga todo el rato por no ser capaz de vivir la situación con más sosiego. Masculla "muérete cabrón muérete" mientras le limpia el culo, y luego se arrepiente y se lo intenta imaginar cuando eran jóvenes y "felices" (nunca lo fueron, las cosas siempre fueron difíciles) y a ratos se pone cachonda y se masturba para intentar relajarse un poco, pensando en las cosas que nunca pudieron hacer porque ella debía comportarse como una mujer como Dios manda, y no hacer demasiado evidentes su placer o sus ganas de experimentar. Además, él perdió el interés muy pronto, y desde los comienzos de la enfermedad, hace ya más de tres años, no han vuelto a hacerlo... cosas así, cosas políticamente incorrectas que pensaría de verdad una mujer con los nervios destrozados, una buena mujer que quiere realmente a su marido, y que no le desea ningún mal, pero que está sobrepasada por la situación y soportando los abusos de él, que tampoco en realidad puede controlar su cólera, porque está cagado de miedo y sufriendo dolores bestiales.

Un relato cruel, ciertamente. No tanto como una película de Disney (véanse "Dumbo" o "Bambi"), pero en esa línea.

Besos.

Alicia dijo...

La verdad es que no sé (o no puedo, o quizás no me atrevo a) meterle emoción.

Besos

Alicia dijo...

(El anterior comentario mío fue hecho antes de leer el último).

Pues para no querer escribir el relato, sigues adornándolo... una mujer de ésas ni se masturba ni llega a saber nunca lo que se ha perdido (excepciones habrá, of course)
Besos

Viktor dijo...

Bueno, como primera medida podrías intentarlo. Luego, si no lo consigues, podrías intentarlo otra vez o con más ganas. Y finalmente, si sigues sin conseguirlo, siempre te queda la opción de escribir manuales de ordenador (o pasarte al dibujo y dedicarte a los muebles de Ikea, que tiene más mérito: esos pulcros pero universalmente incomprensibles esquemas -al menos para el mortal dotado de una visión espacial media- exhalan el frío nórdico que les es característico).

P.S. No te atreves por... (rellena en la línea de puntos).

Alicia dijo...

...pongo demasiado de mis propias emociones.

Cruella dijo...

En realidad, el relato ya está escrito, se titula "Creación". ;-)

Un beso y buenas noches.

Viktor dijo...

Esta mujer sí se masturba y sí sabe de esas ocasiones, es una cincuentona, a lo sumo acaba de cumplir los sesenta. Vino del pueblo muy joven, pero ya sabía lo que había, lo que ocurre es que, a pesar de todo, siguió practicando lo que las normas del pudor y recato dictaban. Su marido se la follaba todas las noches, pero bastante brutalmente, sin hacerle mucho caso. Por supuesto, nunca consiguió así un orgasmo, pero le ponía muchísimo eso, se convirtió en una sumisa. Y practicó muchísimo la masturbación, y refinó sus fantasías sexuales. Tenía mucho tiempo, era ama de casa y nunca tuvieron hijos. Según se fueron haciendo mayores, la frecuencia, obviamente, disminuyó, y ella nunca supo tomar la iniciativa. En la situación de estrés y dolor por la que pasa es normal ponerse cachondo, es un mecanismo de defensa del cuerpo y de la mente, una vía de escape. La represión sexual no funcionó más que a medias con ella: no hizo que descartara su propio placer, que negara su sexualidad, simplemente la bloqueó toda posibilidad de comunicación al respecto. Funcionó el "pudor", pero no desapareció el deseo.

Me gusta la historia y se me va ocurriendo sobre la marcha, pero sigo pensando que escribir el relato "comme il faut", así, con sus guioncitos, sus puntos y coma y dando sus pinceladitas de ambiente y con sus puntitos y aparte que manejen adecuadamente su ritmito, me parece insoportablemente aburrido. La ficción me aburre bastante, me gusta más el ensayo. Por eso hago sinopsis o comentarios. :-)

Viktor dijo...

No entiendo un carajo tu comentario, L. Digo, C.

A., el mejor modo de no poner tus emociones es acostumbrarte a poner "emoción" literaria, a ser capaz de diferenciar una cosa de otra. Eso sólo se consigue con la práctica. Si es que deseas escribir, claro...

Alicia dijo...

No creas que lo tengo yo demasiado claro, sigue siendo un experimento, pero me inclino hacia el sí. Me divierte.

Besos

Alicia dijo...

C., no encuentro el nuevo relato. ¿Se ha perdido o está en la recámara para mañana?

Besos.

Cruella dijo...

Debe ser porque úlimamente estoy ahorrativa con las palabras.

Si juntamos los comentarios en los que describes el relato, y ponemos de último el del final que tú has escrito, ya hay relato: la idea del que crea el relato, la idea que tiene en su cabeza y que no se decide a escribir porque sabe que será un proceso lento y aburrido. Por eso el título. No sé si me explico. :-)

Un beso.

Pd: Espero que con las buenas noches no hubiese dudas.

Viktor dijo...

Pues sí, es lo que yo venía a decir: no hay necesidad alguna de escribir un relato como Dios manda, que podamos envolver en papel de relato, vender en la planta de relatos de El Corte Inglés y almacenar en la estantería de los relatos. No es tan importante escribir un relato, es más importante contar una historia. Bueno, más aún: que se le ocurra a uno una historia.

Sweet dreams (no conmigo, por supuesto, aunque me temo que eso será ya inevitable...).

Alicia dijo...

Imposible, C., cada comentario ahonda más y más, y hasta alguno puede ser contradictorio con otros, no quedaría nada coherente.

Lo doy por perdido, nadie escribirá el pobre relato surgido de una imaginación tan calenturienta ;-)

Besos.

PD. Con el buenas noches, en inglés, ninguna duda: despedida y cierre. Pero en español admite otras acepciones...

Cruella dijo...

Los sweet dreams son incompatibles contigo, te recuerdo que fuiste vampiro.

Beso.

Cruella dijo...

La forma de crear, Alicia, no suele ser demasiado coherente, por eso es tan divertido. :-)

Un beso.

Viktor dijo...

Por eso mismo.

A estas alturas ya no puedes disimular conmigo. Ya sabes: "yo soy el que no muero, tú eres la de los largos cabellos". La mordedura del vampiro es dulcísima, sobre todo para la mordida.

Si quieres, te vendo una galantería que podrás utilizar cuando llegue la ocasión: "una pesadilla contigo es más dulce que el más dulce de mis sueños". Tengo más de ésas, a buen precio. Si te interesa, te hago un pack.

Que duermas, pues, el sueño de tierra de los nomuertos.

Alicia dijo...

Por favor, por favor, C., dile a ese insufrible narcisista que llevas el pelo muy muy corto.

¿Ahora packs de galanterías, V.? ¿Justo después de un relato de terror?

Y que duermas bien, y que sueñes con --- (rellenar a gusto del consumidor).

Besos

Cruella dijo...

No creo que haya ocasión de decirle tremenda chorrada a alguien, me daría la risa.

Beso.

Viktor dijo...

Qué poquita experiencia de la vida tienes, C. De lo que se trata es justamente de partirse de risa.

La larga cabellera corresponde a la heroína arquetípica de las películas de vampiros y quien lo dice es Max Schreck, que no es estrictamente un vampiro, sino, ya se sabe, un actor que... Bueno, para qué insistir.

Me largo. Besos.