lunes, 20 de abril de 2009

El pecho abierto

Marrón, todo marrón, quizá lleno de fango o lodo, como lo que se deposita en el fondo del agua estancada. También se atisba un poco de rojo, latiendo sin descanso, pero demasiado escondido como para asegurar su presencia. Todo se mueve al unísono, pero todo se vuelve marrón en cuanto llega al final, el fango no es digestivo. ¡Cómo huele a podrido!, mejor me salgo y cierro. Tendré que coser con cuidado, no quiero que vuelva a abrirse la herida, el lodo lo pone todo perdido.

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