viernes, 10 de abril de 2009

Ctrl+Alt+Supr

Estaba delante de él, no se atrevía a tocarlo, sabía que las consecuencias serían imprevisibles. El botón era rojo, reluciente, resplandeciente, imposible pasar inadvertido en la habitación llena de botones, era como la sangre en una habitación blanca, no podías dejar de mirarlo. Y cuando sabías que ése era el botón, aún peor, te acercabas, lo tocabas suavemente sin atreverte a presionarlo, hacías círculos a su alrededor, consciente de las repercusiones de su existencia. Lo apretó de repente, sin pensarlo, y en un instante todo desapareció, se sintió tan liviana, tan llena de comprensión. Una puerta se abrió y llegó su padre, ella lo miró con extrañeza, y él supo que el botón había sido presionado. La abrazó violentamente, la besó en la frente, y sólo pudo preguntar: ¿recuerdas tu nombre?

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