miércoles, 15 de febrero de 2012

El sueño

Ya eran las doce. El cansancio se impuso y comenzó el ritual de cada noche: lavarse los dientes, ponerse el pijama, mirarse en el espejo intentando descubrir una nueva imperfección o admirándose de la belleza serena que emanaba, y a la cama, la cama a la que nunca quería ir pero que siempre acogía con un deseo insospechado.

Siempre dejaba una libreta y un boli en la mesilla, comenzó cuando estaba en el instituto, cuando soñaba con un futuro incierto del que no quería perderse detalle. Ahora sólo era costumbre, los sueños habían cambiado, y la mayoría de las noches no quería recordarlas siquiera.

El sueño llegaba, lentamente, acomodándose, como ella, a los minutos que sonaban en el reloj de la entrada, logrando que el cuerpo se relajase poco a poco, instalándose en la inconsciencia total.

El despertador, siempre puntual, exhibió su poderío musical a las seis y media, como siempre, pero cuando, en la oscuridad, lo buscó para apagarlo, no estaba. Encendió la luz y lo encontró al otro extremo, casi en el borde opuesto. Pero eso no le llamó tanto la atención como la libreta, totalmente escrita, llena de la misma palabra repetida hasta la saciedad, primero con letra clara y firme, y ya casi al final, rompiendo la hoja en cada trazo.

"Morirás".

No hay comentarios: