lunes, 14 de marzo de 2011

Plan

A la mañana siguiente ya no estaban. El dueño de la casa me encontró y me llevó hasta la parada más cercana. Me dijo que no me preocupase, que yo ya había pagado mi parte y que la parte de mis amigos no la tenía que pagar yo. Las lágrimas me caían lentamente por el rostro ya morado, no podía articular palabra.

Cuando volvimos a reunirnos, cada uno me pagó su parte y empezamos a planear el siguiente fin de semana.

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