sábado, 18 de septiembre de 2010

Nowhere

El antídoto no funcionaba, el pulso y la respiración se mantenían estables, pero aún tendrían que esperar hasta mañana para comprobar que no se levantaría, no se vestiría, no desayunaría, y no se iría a trabajar.

El virus se extendía deprisa y ya gran parte de la población salía de sus casas a las siete y media sin tener a dónde ir. El estado de excepción era inminente y el gobierno estaba decidido a utilizar la fuerza.

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