El antídoto no funcionaba, el pulso y la respiración se mantenían estables, pero aún tendrían que esperar hasta mañana para comprobar que no se levantaría, no se vestiría, no desayunaría, y no se iría a trabajar.
El virus se extendía deprisa y ya gran parte de la población salía de sus casas a las siete y media sin tener a dónde ir. El estado de excepción era inminente y el gobierno estaba decidido a utilizar la fuerza.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario